Por Sebastián Krapp

Podría ser una crónica más. Una de las tantas que a diario se reflejan en los saturados y llamativos perfiles de los portales de internet que luchan por captar la atención de los usuarios de redes sociales, pero no. Es un llamado de atención digno de la mejor historia de “Instagram” de un funcionario.
Y no se trata de un tema meramente “estético”, hablamos de calidad de vida, o directamente de salvar la vida misma. Los equipos de emergencia que acuden a asistir a una familia en riesgo ya sumida en la tragedia misma del hecho que originó el pedido de auxilio, se encuentran con una carrera de obstáculos real y concreta. Conexiones clandestinas de electricidad y gas, con la consiguiente imposibilidad de cortar los suministros para menguar el riesgo, cables electrificados que penden de palos o postes ilegales, falta de agua para apagar los incendios, y por supuesto, el infaltable desastroso estado de las calles ablandadas por las aguas servidas que corren.
Una ambulancia que no llega, un camión de bomberos que se encaja, un taxi o un colectivo que no puede subir al barrio, ahí donde está el “nido” de las familias, eso es pérdida real de calidad de vida. Pero aún más grave; la vida misma corre riesgo minuto a minuto en Centenario. Una conexión clandestina de luz que incendia una casilla, un brasero descuidado que emana monóxido de carbono, una enfermedad que se agrava por no tener agua, u otra nueva que surge por no tener cloacas. Todo es producto de la falta de servicios básicos y elementales, obligaciones insatisfechas de un gobierno que prefiere la “cirugía estética” a la cura del mal.
Estamos al filo de la tragedia, en una ciudad sin servicios para miles, en el paso a “Vaca Muerta”. Esto es lo urgente señor Intendente.
Este también es el Centenario, y no el profundo, el cotidiano. Un Centenario que difiere mucho de la panacea que se pretende mostrar en Buenos Aires “camino a los cien años”. Un Centenario tal vez irreconocible para los mismos gobernantes que cada vez tienen los intereses más alejados de la tierra que los vio nacer y crecer.
Una vez escuché decir al Intendente la frase “pongamos el caballo delante del carro, y no al revés”, ahora, después de tantos años de su gestión, le respondería que ni siquiera ha podido mantener en estado la calle por la que debían circular.